TENER O NO TENER
Carlos caminaba con la ligereza del que es feliz. Acababa de despedirse de Catalina con un beso. Ella le había dicho:
– No tardes…
Y él respondido:
– Sabes que nunca me voy.
La gente parecía caminar huraña y gris en comparación consigo mismo.
Una mujer madura pero atractiva le adelantó y juraría haberle visto brillar los ojos como llorar si fuera a llorar.
Se quedó mirándola a punto de imaginar su historia cuando tropezó con algo que rodaba.
– ¡Ay, Ay, AY! – el pedrusco parecía gritar.
Carlos se acercó prudente. En seguida vio que era un corazón partido. Y había empezado a berrear.
Lo cogió con mimo y le habló suavemente, pero no parecía que tuviera consuelo. Se temía que empezaba a sentir algo de repulsa ante tanto dolor. ¡Seguro que se le había caído a aquella señora!
De modo que salió tras ella corriendo para alcanzarla.
– Disculpe… se le ha caído el corazón- le dijo ofreciéndole lo que era suyo.
Pero la mujer ya no lloraba. Y lo rechazó. Ya no quiso tenerlo.
Carlos sintió una profunda pena. Así que se lo llevó.
Por si llegaba a necesitar dos.

Óleo El Naufragio